miércoles, 23 de mayo de 2018

El Perro Encadenado



El perro encadenado es una especie de bestia que de acuerdo con las mujeres que solían ir a la iglesia en el siglo XIX, representaba el retorno de Lucifer a la Tierra.
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Tal aseveración se debía al hecho de que de acuerdo con las crónicas que se tenían, se trataba de un can que tenía un par de cuernos y sus ojos eran tan brillantes que parecían un par de carbones ardiendo.


También se decía que Dios había permitido que el perro rondará por las calles de Cuenca, con el fin de recordarles a los sacerdotes que debían continuar con su labor de evangelización y que no solamente se dedicaran a comer y beber como hasta entonces.


Una cuestión que no hemos mencionado es que esta bestia arrastraba una pesadísima cadena por todas las calles por donde se movía. Lógicamente el ruido de aquel metal rozando con la tierra era tan horrendo que, de sólo escucharlo, la gente quedaba horrorizada.


Otra manera en la que el can asustaba a los lugareños era dando aullidos durante las noches de luna llena. Inclusive había veces en las que sus gruñidos se mezclaban con el sonido de la lechuza, provocando que el ambiente se volviera aún más tétrico.


Esos ruidos eran interpretados por los indígenas como “señales del más allá” que indicaban un mal augurio. Dicho de otra manera, cada vez que se escuchaba al perro y al búho al unísono, ellos sabían que un integrante de su tribu iba a morir.


En México se adoptó un dicho similar que reza así:


“Cuando el tecolote canta, el indio muere”.

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