Esta es otra de las leyendas ecuatorianas,
que no podíamos dejar de incluir. El relato empieza en la ciudad de
Quito y básicamente se trata de la historia de una bellísima joven a la
que todos conocían como Aurora (en algunas versiones se dice que su
nombre completo era Bella Aurora).
Era
una muchacha que provenía de una familia adinerada, pues sus padres
eran personas sumamente influyentes. La vida tanto de ella como de su
familia transcurría sin ninguna preocupación, pues tenían todo lo
necesario para desempeñar sus actividades tranquilamente.
Como
era de suponerse, a la muchacha no le faltaban pretendientes. Es más,
ella se daba el lujo de despreciar a la mayoría de los chicos del
pueblo, pues como ya dijimos, no requería casarse con nadie para mejorar
su estatus.
Una
tarde de domingo, la joven salió de su casa en dirección a la Plaza de
la Independencia, sitio en el que se llevaban a cabo de manera regular
corridas de toros.
La
fiesta brava de que el día se desarrollaba en total calma, hasta que de
pronto hizo su aparición en el ruedo un enorme toro de pelaje negro,
con los ojos inyectados en sangre y vapor saliéndole de la nariz.
El
animal corrió hasta la tribuna en donde se encontraba Bella Aurora y se
le quedó mirando fijamente. Eso provocó que la muchacha perdiera el
conocimiento de inmediato.
Poco
después, los padres de la chica la llevaron todavía inconsciente a su
domicilio, para que después de reposar un rato en su cama, recobrara el
conocimiento.
Bella
Aurora despertó luego de un par de horas. Sin embargo, en cuanto abrió
los ojos, escuchó un fuerte estruendo y uno de los muros de su
dormitorio quedó destrozado por completo.
¡Era el toro negro de la plaza, quien de alguna forma había conseguido seguir el rastro de la joven!
La
muchacha quiso gritar y huir de ahí, pero ni la voz, ni sus piernas le
respondieron. Luego la bestia la embistió con una furia desmedida,
quitándole la vida en cuestión de segundos.
Posteriormente
sus padres llegaron a la habitación, mas no pudieron encontrar al
animal. Solamente yacía en el piso el cuerpo de su hija fallecida.
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