miércoles, 23 de mayo de 2018

El Penacho de Atahualpa



Dice la leyenda que una vez que murió el último de los Shyri, (así es como se nombraba a los Jefes indígenas que gobernaban Quito), los moradores elevaron al trono a la hija de éste, cuyo nombre era Pacha.





Posteriormente, el conquistador Huayna Cápac, acudió para reunirse con la soberana en son de paz. Pacha escuchó atentamente las palabras del extranjero.


Por su parte, el hombre quedó enamorado perdidamente de la joven princesa. Al poco tiempo ambos se casaron y comenzaron a vivir en el palacio real. En ese lugar fue donde nació el príncipe de nombre Atahualpa.


Atahualpa obedecía todas y cada una de las reglas que le imponía su padre. Una bella tarde, el chico paseaba por las cercanías del palacio cuando de momento vio a una hermosa guacamaya de llamativos colores.


Inmediatamente sacó su arco y flecha y mató al ave de un certero tiro. Feliz por lo que había hecho, corrió enseñarle a su madre a la guacamaya muerta. La reina se molestó mucho y le recordó:


– A los únicos que nos está permitido matar es a los enemigos, pues ellos cuentan con armas para defenderse de nuestros ataques. Sin embargo, las aves sólo están en este mundo con el propósito de adornarlo con sus bellos plumajes.


Luego de decir esas palabras, Pacha tomó una de las plumas del ave muerta y la agregó al penacho de su hijo, como un recordatorio de que no se debe matar a ninguna criatura sólo por placer.

Hola a todos les comparto un vídeo que he realizado de «Despacito» en Sing! by Smule. No te la pierdas

 http://www.smule.com/p/1016328445_2237408612

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El Cristo de los Andes

Manuel Chili, un muchacho de origen indígena tenía la capacidad de ir de un lado a otro dentro del templo de La Compañía. Esa agilidad tenía sorprendida a los sacerdotes, quienes eran los encargados del templo.

El Cristo de los Andes
Con el correr de los años, el joven se transformó en un magnífico artista. Tanto así que los jesuitas pidieron hacerse cargo de él (tanto de su alimentación, como de su educación).

El talento del chico era algo que se podía ver a kilómetros de distancia. Por ello, uno de los frailes le pagó un curso de pintura y escultura, para que finalmente emergiera todo su potencial que aún permanecía oculto.

De esa manera fue como surgió el magnífico Caspicara, un brillantísimo artista, quien pasaba más de la mitad del día balanceándose en andamios. Se dice que esa actividad fue la que poco a poco desencadenó en él pavor a las alturas.

Su miedo era tan profundo que a veces mantenía sus ojos cerrados por largos periodos hasta que lograba calmarse y así poder continuar con su trabajo. Sin embargo, si por alguna razón el capellán de la iglesia lo llegaba a ver de ese modo, de inmediato lo reprendía, pues pensaba que Manuel estaba descansando en vez de ponerse a trabajar.

Pese a eso, el prestigio del artista indígena se esparció por varios lugares de Sudamérica, llegando incluso a los países vecinos. Es decir, a Venezuela y Colombia.

Las obras que se conservan de él en la actualidad, no tienen un precio establecido, pues se trata de piezas únicas de incalculable valor. Lo malo de esta historia es que como casi todos los artistas famosos de épocas antiguas, el pobre Manuel murió prácticamente abandonado en un hospicio.

El Perro Encadenado



El perro encadenado es una especie de bestia que de acuerdo con las mujeres que solían ir a la iglesia en el siglo XIX, representaba el retorno de Lucifer a la Tierra.
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Tal aseveración se debía al hecho de que de acuerdo con las crónicas que se tenían, se trataba de un can que tenía un par de cuernos y sus ojos eran tan brillantes que parecían un par de carbones ardiendo.


También se decía que Dios había permitido que el perro rondará por las calles de Cuenca, con el fin de recordarles a los sacerdotes que debían continuar con su labor de evangelización y que no solamente se dedicaran a comer y beber como hasta entonces.


Una cuestión que no hemos mencionado es que esta bestia arrastraba una pesadísima cadena por todas las calles por donde se movía. Lógicamente el ruido de aquel metal rozando con la tierra era tan horrendo que, de sólo escucharlo, la gente quedaba horrorizada.


Otra manera en la que el can asustaba a los lugareños era dando aullidos durante las noches de luna llena. Inclusive había veces en las que sus gruñidos se mezclaban con el sonido de la lechuza, provocando que el ambiente se volviera aún más tétrico.


Esos ruidos eran interpretados por los indígenas como “señales del más allá” que indicaban un mal augurio. Dicho de otra manera, cada vez que se escuchaba al perro y al búho al unísono, ellos sabían que un integrante de su tribu iba a morir.


En México se adoptó un dicho similar que reza así:


“Cuando el tecolote canta, el indio muere”.

La Mano Negra



Esta leyenda ecuatoriana nos narra la historia de un niño de nombre Toribio, quien nació sin su mano derecha. De inmediato sus padres al darse cuenta de esto, le rezaron una novena a la Virgen del Soto, para que intercediera por ellos y les hiciera el milagro de que su pequeño recobrara dicha extremidad.



El niño de la mano negra
Los años pasaron y el pequeño Toribio en vez de sentirse mal por su problema, era uno de los niños más queridos de la región, puesto que siempre estaba dispuesto a ayudar a los mendigos y a los desamparados que pasaran cerca de su domicilio.




Un día llegó hasta su casa, una viejecita acompañada de un niño pequeño. Ella le pidió un plato de comida. Toribio no solamente les entregó los alimentos que le había solicitado, sino que también les dio una bolsa llena de frutas para el camino.




La anciana al percatarse de ese gesto de generosidad, le dijo que, al día siguiente, ella le daría un obsequio. Por la mañana, los padres de Toribio despertaron sobresaltados debido a los gritos de éste.




No eran alaridos de terror ni nada por el estilo, sino de algarabía. Emocionadísimo el pequeño les mostró que ya tenía su mano derecha (sólo que esta era de color negro).




Por otro lado, se cuenta que cuando Toribio se hizo adulto, enfrentó en más de una ocasión a los piratas que pasaron por Ecuador. Luego su cuerpo fue sepultado y años después exhumado, dado que aquellos terrenos en donde descansaban sus restos, serían usados para otro propósito.




Sin embargo, hay gente que aún afirma que, dentro del féretro, solamente había dos elementos: polvo de huesos y la mano negra en perfecto estado.

El Ataúd Ambulante



Durante la noche en la zona en donde se forma el gran Guayas, se puede ver un féretro de madera flotando con la tapa entreabierta. Sobre ésta hay una vela de gran tamaño que sirve para iluminar a los dos cuerpos que reposan en el ataúd.
El ataúd ambulante

Se trata de una madre y su pequeño hijo. Ella en vida respondía al nombre de Mina, en tanto que el pequeño no alcanzó a ser bautizado.


La mujer se enamoró perdidamente de un soldado español, con quien contrajo nupcias en el más profundo secretismo. Por su parte, el padre de la dama al enterarse de esa noticia, se enfadó muchísimo, pues para él los españoles habían traído la desgracia a su país.


Lleno de una profunda rabia lanzó un maleficio en contra de su hija, no sólo por haberse casado con un “enemigo”, sino también por dejar su religión y convertirse en católica.


La maldición lleva el nombre de “Chauma” y básicamente el conjuro consiste en no dejar que el alma de su hija ni de su nieto descansen.

El duende de San Gerardo



En el poblado de San Gerardo, una localidad sumamente cercana a Riobamba, un sujeto de nombre Juan laboraba en un lugar apartado del bosque, el cual se encontraba muy lejos de la parroquia del pueblo.
El duende de San Gerardo

De hecho, para llegar a su sitio de trabajo, el hombre tenía que cruzar un espeso bosque. Por eso, todos los días salía de su domicilio antes de que el reloj marcara las 8:00 de la mañana.


Luego de un par de horas de incesante caminar, llegaba a su destino y comenzaba a trabajar hasta después de las 8:00 de la noche, momento en el que retornaba a su hogar.


En una de esas veces en las que Juan regresaba a su casa, tuvo la sensación de que alguien lo venía siguiendo. Al principio, decidió no darle importancia a ese hecho, pues pensó que se trataba del viento que movía las hojas de los árboles.


Después de un rato de seguir caminando oyó una fuerte voz que le dijo:


– Por ninguna razón mires para atrás. Lo único que quiero es que me des el cigarro que llevas en la mano.


No se sabe por qué razón Juan le hizo caso a la misteriosa voz. Lo importante es que, al día siguiente, para no quedarse sin pitillos que fumar, el hombre se llevó una cajetilla completa.


Una vez más a medio camino de su casa, la voz le pidió que le diera un cigarrillo. Juan se hizo el despistado, pero logró ver a través del rabillo del ojo que quien le pedía los cigarros era un hombre de muy baja estatura que en su mano izquierda llevaba un látigo y en la derecha un sombrero demasiado grande.


Al arribar a su casa, esta vez el hombre le contó lo que había pasado a su mamá, quien le aconsejó que, desde el día siguiente, no saliera de su casa sin llevar una cruz consigo, a fin de que ese amuleto lo protegiera.


El sujeto se llevó la cajetilla de cigarros y el crucifico en su pantalón. En esa ocasión, el duende no le pidió cigarrillos, sino que simplemente empezó a darle latigazos por la espalda.


El dolor que Juan sentía producto de los azotes era casi insoportable. Por eso, se armó de valor y tomó la cruz con una de sus manos y se la enseñó al enano.


En ese instante, la criatura desapareció en la oscuridad del bosque y nunca más se le volvió a ver. Como esta hay otras historias que cuentan los encuentros que tuvieron los lugareños de Riobamba con el duende de San Gerardo.

La Silla del Cementerio

Los panteones o cementerios son lugares en los que la vida y la muerte se mezclan. Decimos esto porque cada vez que se entierra una persona, sus dolientes acuden a darle el último adiós.
Por su parte, algunos autores de leyendas ecuatorianas de terroraseveran que, en este lugar, hay miles de historias que merecen ser contadas. Esto analizándolo desde un cierto punto de vista es verdad, ya que, si las lápidas pudieran hablar, seguramente nos contarían crónicas fantásticas de fantasmas o entes que se aparecen a mitad de la noche.La silla del Cementerio
Ahora bien, alejándonos un poco de las historias de miedo, les quisiera compartir esta crónica que más que otra cosa es una historia de amor. Se trataba de un matrimonio que por azares del destino había arribado a la ciudad de Riobamba a fines del siglo XIX.
Eran dos seres que compartían todos sus gustos y aficiones, pero lo que más les complacía era llevar a cabo acciones que desencadenaran en el bien social.
Nadie pudo imaginar la tragedia que estaba por sufrir aquella pareja. Y es que de momento Elizabeth (así se llamaba la mujer del matrimonio) enfermó repentinamente y luego de luchar varios meses contra una desconocida enfermedad murió.
Mientras tanto, su esposo Jozef se quedó con el alma destrozada. Lo peor es que no podía sacar la imagen de ella de su mente. El hombre pasaba día y noche abrazado a la lápida de su mujer.
Algo que no hemos mencionado hasta este momento, es que ambos eran extranjeros y, por lo tanto, tenían un plazo de estancia máximo dentro del territorio ecuatoriano. Sin embargo, cuando éste se cumplió, Jozef se negó rotundamente a dejar sola la tumba de su esposa, pues decía que en su país de origen ya no le quedaba nadie.
Las autoridades se comparecieron de él y dejaron que la siguiera visitando en el cementerio de forma regular. Así, cualquiera que visitara panteón, podía ver a aquel hombre sentado en una silla, junto a ella.
Había veces en las que ambos “conversaban” otras tantas, él le leía poemas de su libro favorito.
Luego de varios años Jozef murió y fue sepultado por la propia gente del cementerio al lado de su esposa. Por último, los sepultureros decidieron colocar por siempre una silla. A esa tumba, como un fiel recordatorio de que el amor verdadero (y sobretodo eterno) existe.

El Come Muerto



Anillos, vestidos elegantes, cadenas y hasta dientes de oro. Eran de los objetos más comunes que un hombre sustraía de las tumbas del Cementerio General de Guayaquil. Eran el año 1930 aproximadamente.





César Burgos, escritor y maestro de Literatura, escribió sobre que cuando era niño, su madre le contó sobre la historia del comemuerto en el puerto principal. "Luego la leí en las amarillentas páginas de El Telégrafo, del 25 de marzo de 1941".


Relata que el hecho salió a la luz cuando guayaquileños de alta posición económica se percataron que las pertenencias que sus parientes portaban al momento de su entierro estaban a la venta en locales del centro de la ciudad. Por ejemplo, relata, "un caballero vio que el valioso anillo con el que fue sepultado el padre estaba en venta en una joyería. Asímismo, una señora se admiró al ver colgado en una casa de compraventa el vestido de novia que le puso a la hija para el velatorio y con el que la sepultó".


Esas denuncias inquietaron a la policía hasta que hicieron un operativo, y el comemuerto fue encarcelado. También su familia, que se encargaban de limpiar los objetos y comercializarlos. Fausto Ramos asegura que este acontecimientos es uno de los más conocidos en la ciudad, por lo que su historia detallada se dará a conocer en un libro sobre cuentos de terror ecuatoriano que actualmente escribe y que será presentado a inicios del próximo año.

sábado, 5 de mayo de 2018

Origen de las Leyendas Ecuatorianas

Hola mis lectores 💓💀
En esta ocasión les daré a conocer sobre el origen de las leyendas ecuatorianas.
as leyendas son historias ancestrales que han sabido combinar elementos del pasado que realmente sucedieron, con aquellos que son producto de la imaginación de los pobladores de una región en particular.


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Estos relatos han sido transmitidos a las generaciones posteriores primeramente a través del lenguaje oral y ya después con la llegada de la escritura por medio de las obras escritas.
En pocas palabras, el origen de las leyendas ecuatorianas se encuentra vinculado ampliamente con los usos y costumbres que tenían los moradores originales del territorio que hoy en día conocemos con el nombre de Ecuador.
Algunos autores aseguran que las historias que han trascendido a través del tiempo, es decir aquellas leyendas que se han vuelto famosas, surgieron de las anécdotas que los adultos mayores les contaban a sus niños, a fin de que éstos pudieran conciliar el sueño.
Asimismo, la procedencia de estas crónicas no se limita sólo a la capital (Quito), pues también hay leyendas que se crearon en otras provincias.


El Tsáchila que se convirtió en Sol



Los Tsáchilas son una agrupación indígena ecuatoriana que se asentaron principalmente en la región de Santo Domingo de los Colorados.


Una traducción de su nombre en castellano se entendería como “Gente verdadera”. La gente de asentamientos vecinos los bautizó con el mote de “Colorados”, debido a que en la antigüedad muchos de ellos solían teñir su cabello con achiote.


Cuando los incas llegaron a la región que hoy conocemos con el nombre de Quito, rápidamente se dispusieron a conquistar dicho territorio. No obstante, las personas que vivían ahí (conocidos como la tribu Kitu-Kara), decidieron mudarse de ubicación, pues no querían terminar siendo esclavos.


Después de un largo andar, arribaron a un nuevo poblado en donde echaron raíces. Fue en este sitio en donde se originó la leyenda del Tsáchila que se convirtió en Sol.


En un tiempo en el que los viejos podían comunicarse con los pájaros, se decía que en el cielo vivía un tigre enorme que únicamente le gustaba salir cuando el firmamento se encontraba en total oscuridad.


También se cuenta que en una noche en la que el felino tenía muchísima hambre, abrió sus fauces y de un solo bocado se tragó el sol, dejando a la Tierra en penumbras.


Los Tsáchilas ya no podían soportar esa situación, pues al vivir en oscuridad perpetua, casi no tenían alimento que comer. Analizando lo que estaba ocurriendo, los brujos de la tribu llegaron a la conclusión de que la única solución de salvarse era creando su propio sol.


Ellos eligieron a un joven y fuerte muchacho, hijo de una madre soltera. Después del ritual el rostro del muchacho comenzó a brillar, mientras que su cuerpo se empezó a elevar.


Todos en el pueblo estaban tan entusiasmados que se fueron esa tarde a sus casas, con la esperanza de que a la mañana siguiente alumbrara un bello y fulgurante sol.
A pesar de eso, el cielo continuó nublado por tres días más. Al llegar el cuarto, por fin salió de nuevo el sol. Sólo que ahora había otro problema, la luz que emanaba de este era tan potente que cegaba a todo aquel que salía de sus casas.
Fue entonces cuando los sabios se dieron cuenta de que aquel joven ahora convertido en “Astro rey” tenía ambos ojos abiertos y que sólo debía alumbrar con uno.
El más veterano de todos los chamanes, fue el encargado de lanzar una piedra para que uno de los ojos del Joven sol se cerrará para siempre. El tiro fue certero y a partir de entonces, los Tsáchilas y sus descendientes pudieron seguir sus vidas con normalidad.
El Tsáchila que se convirtió en Sol

El Huiña Huilli de Bolívar


El Huiña Huilli de Bolívar

Esta leyenda me la contaron en uno de mis viajes a Ecuador. José era un tahúr. Es decir, un jugador de cartas experto a quien además le fascinaba hacerles trampa a sus contrincantes. Una noche salió de la cantina con los bolsillos repletos de monedas. Los lugareños hartos de las trampas de José, le entregaron un bote de vidrio lleno de luciérnagas, para que de esa forma todos pudieran ver que se acercaba al pueblo y así correr a esconderse en sus casas para no toparse con él. Mientras caminaba cerca de la quebrada de Las Lajas, escuchó claramente los lamentos de un recién nacido. A José poco le importaba el sufrimiento de los demás. A pesar de ello, el llanto del bebé era tan fuerte que no pudo más que seguir el rastro del sonido, para socorrer. En lo que iba bajando por la colina, dejó caer el frasco de luciérnagas, dejándolo en completa oscuridad. Luego halló al pequeño, lo cubrió con su capa y en ese momento la criatura dejó de llorar. Ya de regreso, José se dio cuenta que la parte de su cuerpo en donde se estaba recargando el niño, empezó a calentarse de manera desmedida. De inmediato, trató de soltar al niño en el suelo, más en ese momento sintió como una puntiaguda garra se le clavó en el abdomen. Posteriormente escuchó una voz grave y profunda que le dijo: “Te tengo, ahora eres mío y te devoraré”. A lo que José tartamudeando le contestó: – ¿Por qué? Si yo no te he hecho nada. Inclusive acabo de salvar tu vida. – Eres una persona muy egoísta y la gente como tú merece la muerte. Replicó la horripilante criatura. El hombre nuevamente suplicó por su vida hasta que se desmayó del enorme pavor que sentía. Al día siguiente, lo despertaron los rayos del sol de la mañana. En cuanto se levantó del suelo, volvió a escuchar el llanto de aquel niño. José supo que no se había tratado de ningún sueño, ni de alucinaciones causadas por las bebidas alcohólicas. Prometió no volver a tomar y portarse bien por el resto de sus días. Leyendas Ecuatorianas Cortas para Niños Las leyendas ecuatorianas cortas para niños son narraciones que unen de manera correcta elementos de la cultura popular con hechos históricos. En la antigüedad, estas historias se pasaban de generación en generación usando solamente el lenguaje oral. Luego con la llegada de otro tipo de tecnologías, como lo fue el caso de la imprenta, las leyendas se hicieron mucho más populares, debido a que justamente pudieron llegar a muchas más personas en menor tiempo.

La Leyenda del sombrero de Panamá

Desde 1630 los sombreros ecuatorianos han cubierto las cabezas de muchos famosos incluyendo a Napoleón, Winston Churchill, Nikita Krustchev...